- By alfonso.marquez
- Published hace 3 años
Vía País Circular
En abril pasado, Chile entregó a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC), su Compromiso Determinado a nivel Nacional (NDC) de mitigación y adaptación de Chile -así como las medidas e instrumentos concretos para su implementación- en el marco de las obligaciones establecidas en el Acuerdo de París. En ese documento, el país se comprometió a alcanzar un peak máximo de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) al año 2025, y alcanzar un nivel de emisiones absolutas de 95 millones de toneladas de CO2 equivalente al año 2030, a lo que se suma la meta establecida en el proyecto de Ley Marco de Cambio Climático en trámite en el Congreso que fija como meta país el alcanzar la carbono neutralidad al año 2050.
A diferencia de la NDC presentada por Chile cinco años antes, esta vez se incorporaron una serie de aspectos denominados “de integración”, ya que implican componentes de mitigación y adaptación, con metas específicas. Y entre ellos se encuentra la economía circular como un pilar clave, donde los compromisos asumidos fueron la creación de una Estrategia Nacional de Residuos Orgánicos y de una Hoja de Ruta de Economía Circular 2020-2040 durante este año, así como la generación de métricas e indicadores de circularidad al año 2022 para monitorear los avances del país en esta materia.
En ese contexto, analizar el papel que juega esta tendencia tanto en los compromisos de mitigación de la NDC, así como en el escenario actual, fue el objetivo del webinar “El rol de la economía circular para mitigar el cambio climático”, organizado por País Circular en el marco de la “Cuarta Semana del Clima: Por una reactivación sostenible”, de la Fundación Konrad Adenauer. El panel -que fue moderado por el ex ministro del Medio Ambiente Pablo Badenier- estuvo integrado por Carolina Urmeneta, jefa de la Oficina de Cambio Climático del MMA; Marcel Szantó, director del Grupo de Residuos Sólidos (GRS) de la PUCV y experto en la materia; y Jorge Cáceres, director del Centro de Medio Ambiente y Energía de la Sofofa.
“Respecto de la economía circular -dijo Carolina Urmeneta- la NDC la incorpora con claridad, al tener una estrategia nacional de residuos orgánicos y una hoja de ruta de economía circular, y al generar e implementar métricas e indicadores de circularidad para monitorear los avances del país. Esto además está linkeado y relacionado claramente con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en particular los ODS 2, 11, 12 y 13, teniendo claridad en que la economía circular es fundamental para la acción climática. El uso más eficiente de nuestros recursos nos permite enfrentar de mejor manera el cambio climático”.
De acuerdo a las cifras del Ministerio del Medio Ambiente, hoy el sector residuos corresponde a un 6% de las emisiones de GEI a nivel nacional. Y en su reducción la estrategia de residuos orgánicos tiene un rol clave, ya que corresponden al 58% de los residuos domiciliarios.
“Esta estrategia busca cumplir con la visión de prevención y separación de los residuos en el origen; con eso podemos disminuir la cantidad que llega a rellenos y basurales, y con ello disminuir las emisiones. Un ejemplo es el proyecto de residuos orgánicos en Santa Juana (Región del Biobío), que a un año de operación redujo en un 19% la disposición final de residuos en el relleno sanitario. Eso tiene una incidencia clara en la reducción de emisiones de GEI del país también”, afirmó Carolina Urmeneta.
Lo mismo ocurre con la Hoja de Ruta para la Economía Circular, que ya ha tenido algunos avances paralelos como el lanzamiento de la hoja de ruta de economía circular para residuos de construcción y demolición, que establece metas concretas a mediano y corto plazo relacionados con como tenemos criterios y atributos que certifiquen la circularidad en la construcción.
“Ambas instancias son fundamentales para las definiciones que necesitamos en la Estrategia Climática de Largo Plazo del país, que es un instrumento que esperamos entregar en la COP26 (que se realizará en noviembre de 2021) a la CMNUCC (…) La economía circular es uno de los desafíos claves para superar la crisis climática, y para desarrollar una recuperación verde y sostenible, que aumente la satisfacción y la resiliencia que brindan las ciudades y los territorios”, afirmó.
Lo que muestran las cifras
Marcel Szantó, uno de los mayores expertos en residuos del país, plantea un problema: la poca existencia de datos respecto de la basura en Latinoamérica. Pero aún cuando las cifras no son exactas, dan cuenta de una amenaza real: de seguir la trayectoria actual, los residuos desbordarán las ciudades. Es cierto, dijo, que la mitad de los residuos domiciliarios son orgánicos, pero la otra mitad son, en su mayoría, envases y embalajes que aumentan de manera constante por el desarrollo económico, el crecimiento demográfico, la concentración de población, el uso de los bienes de rápido envejecimiento y el desarrollo tecnológico, entre otros.
Por ello, afirmó Szantó, se definen como el contaminante ambiental más rápido en producirse. A tal punto, que diversos estudios indican que la generación mundial de residuos en las ciudades va a ser el doble que la actual en 2025, y más del triple en 2100. “Tenemos que pensar rápidamente si esto lo dejamos seguir creciendo o vamos a pensar en el desacople. Y a esto se agrega el banquete que nuestro planeta desprecia cada año: el 53% de frutas o vegetales se pierden o se desperdician, y solo el 47% se consume (…) Los países industrializados y los países en desarrollo despilfarran más o menos la misma cantidad de alimentos: 670 y 630 millones de toneladas anuales respectivamente”, señaló.
Esto además en un escenario de bajas tasas de reciclaje, de entre el 1% y el 20%. Entonces, afirmó Szantó, “la economía circular no es gestión de residuos, sino la puesta en marcha de mecanismos socio-económicos que permitan conservar los ecosistemas naturales, y a su vez promover el bienestar. Es un paso esencial para lograr metas climáticas”.
Hoy, agregó, se producen en Chile casi 8 millones de toneladas de residuos domiciliarios. Si calculáramos la generación de biogás de todos los residuos del país, llegaríamos a entre 100 mil y 130 mil m3 por hora de biogás, lo que equivale a entre 50 mil y 60 mil toneladas de CO2. Sin embargo, no más de un 20% del total de biogás generado en un relleno sanitario o vertedero es captado y destruido.
Para realizar una verdadera transformación al sector, afirmó el experto, se deben adoptar cuatro grupos de medidas, de manera secuencial: poner fin a los rellenos no controlados, concentrarse en la prevención, controlar los residuos peligrosos, y centrarse en la recuperación de materiales para el reciclaje. Chile está en excelente posición, agregó, dando sus primeros pasos en esta línea a través de legislación -como la Ley REP-, incentivos y proyectos, así como en el avance hacia una hoja de ruta para la implementación de la economía circular.
“Estoy optimista -dijo Szantó- al observar que los gobiernos, y en especial Chile, mantienen firme su compromiso con la economía circular a pesar de los retos que hoy nos plantea la pandemia. Ante la vulnerabilidad de las cadenas de suministro, estamos viendo que la pandemia empieza a presionar para dar urgencia al cambio de mentalidad para poder transitar desde el concepto lineal al sistémico, y la transición hacia la circularidad se puede convertir en una cuestión de economía básica al final, quedando relegada la cuestión de la urgencia ambiental”.
Darle valor a los residuos de las grandes industrias
Para Jorge Cáceres, director ejecutivo del Centro de Medio Ambiente y Energía de Sofofa, si bien los residuos presentan un tremendo desafío en términos de la circularidad, también existe un gran potencial en su posible aprovechamiento como materia prima para otros procesos.
“Si vemos la cantidad de materiales que se generan desde una perspectiva de subproductos con relación a los procesos de las distintas compañías, vemos una cantidad enorme de materiales con potencial de valorización. Por ejemplo, la escoria de acerías y fundiciones de cobre, la ceniza volante de los procesos de generación de electricidad, los residuos de la construcción, lodos, ripios de lixiviación; podría perfectamente desarrollarse una minería secundaria términos de reúso de relaves, por ejemplo, y desafíos asociados a la biomasa residual, que si bien se valoriza hay temas de escalamiento que son desafíos importantes”, explicó.
Así ocurre por ejemplo, djo, en Alemania, donde un planta reutiliza el 100% de la escoria proveniente de procesos de producción de acero y lo transforma en material que se usa como base y sub-base para caminos, y como aditivo para la producción de cemento y hormigón. Una práctica sistemática, dice, de la que en Chile aún estamos a una gran distancia grande pese a los avances que existen con la Ley REP, el trabajo de la Hoja de Ruta para la Economía Circular y la misma NDC, instrumentos que permiten “una suerte de sinergia respecto de ir dando pasos sustantivos”.
No obstante, planteó, es necesario avanzar más allá de las metas y obligaciones establecidas en la Ley REP para los productos prioritarios, para aprovechar las oportunidades de valorización que hoy están a nuestro alcance del país. Y por ello, agrega, están en conversaciones con el Ministerio del Medio Ambiente para contar con reglamentación que permita recategorizar residuos como subproductos.
“Este concepto de subproducto -explicó Cáceres- está plenamente consolidado en países desarrollados, también se habla de co-productos, y la regulación de referencia, que es la directiva 2008 del año 98 de la Comunidad Europea es un excelente referente porque establece un mecanismo claro que permite superar la cantidad grande de barreras que observamos hoy en el país para la valorización. Nosotros podemos poner y definir metas que son ambiciosas, pero si eso no va acompañado del desarrollo instrumentos que lo permitan habilitar, puede ser una tarea muy compleja”.
“Estamos iniciando un trabajo para adaptar esta directiva al país, en un marco de colaboración público-privada, tal como se observa en países desarrollados, y presenta el tremendo potencial de valorizar todos esos materiales que he mencionado, que es un volumen muy sustantivo, y por lo tanto dinamizar la economía, y eso aparejado de una serie de beneficios ambientales muy relevantes”, agregó.
Para efectos de la reactivación con un sello de sostenibilidad y resiliencia -dijo el representante de la Sofofa-, el impulsar este tipo de estrategias como el reúso de materiales que emanan de los distintos sectores productivos puede incidir fuertemente en acelerar la meta de carbono neutralidad.
“Hay todo un impacto positivo en términos de mejor aprovechamiento de materiales que siendo desechados podrían reutilizarse, y por supuesto entrega beneficios muy fuertes en términos de diminución de GEI y de huella de carbono asociada al transporte de materiales. Por lo tanto, hay una plena compatibilidad entre el impulso a la circularidad y los desafíos trazados en la NDC, y obviamente que conducen a alcanzar la meta de carbono neutralidad”, afirmó.
Una oportunidad país
“Hoy tenemos una tremenda oportunidad como país” afirmó Carolina Urmeneta. “Desde el punto de vista de cambio climático, la meta de carbono neutralidad que incluye reducción de emisiones en todo lo que tiene que ver con economía circular, vemos que para Chile significa una inversión del orden de US$40 mil millones a US$50 mil millones, y en beneficios netos eso equivale a US$30 mil millones al año 2050. Si lo llevamos a una evaluación macroeconómica, que lo hicimos con el Banco Mundial, vemos que si comparamos la situación del escenario de referencia con la carbono neutralidad, se puede tener un aumento del PIB al año 2050 de 4,4%”.
“Es entonces una oportunidad -agregó-, y eso solo desde el punto de vista económico. Porque si le ponemos los beneficios sociales y ambientales que tienen todas estas medidas asociadas a la economía circular, los beneficios netos al año 2050 se pueden multiplicar por tres e incluso por cinco. Entonces, Chile tiene una oportunidad de avanzar. Necesitamos avanzar en la colaboración, en ser más innovadores en buscar soluciones, y en tratar de avanzar en eso. Es ahí donde tenemos el desafío, no esperar que toda la solución venga de los medios convencionales, porque ahí es donde nos estancamos”.
Szantó, en tanto, está convencido de que Chile va a encontrar en la economía circular las respuestas a problemas como la crisis de abastecimiento de recursos que -afirmó- vamos a tener. “El crecimiento nos va a llevar a eso, y el efecto que tiene la crisis económica hoy nos conduce en forma natural a llegar a este modelo de economía circular. No podría afirmar hoy que es la solución definitiva, pero me siento seguro de que en este camino de transición, y si seguimos desarrollándonos y seguimos creciendo, nos vamos a adaptar a este mundo cambiante. Soy optimista de que lo que se está haciendo, aunque muchos digan que es perfectible, es una buena respuesta”.
“Las crisis económicas -dijo- siempre han existido, pero a raíz de esta situación nace este modelo que nos puede dar una muy buena respuesta. No podemos afirmar con rotundidad que la adopción de este modelo va a resolver todos los problemas (…) pero el modelo de economía circular es la solución global para problemas globales, y para nuestros problemas locales”.
Un optimismo que es compartido por Jorge Cáceres, quien afirmó que si bien los períodos de crisis son por definición complejos para el sector privado, “si encauzamos bien todos los desafíos que tenemos se pueden alcanzar logros sumamente relevantes (…) Me quedo con la perspectiva de que colaborando, propiciando voluntades, aunando esfuerzos, creo que se puede transformar en una tremenda oportunidad y capitalizar los beneficios, y por qué no alcanzar de manera incluso temprana los desafíos de la carbono neutralidad”.